Me siento frente a la ventana.
Cierro los ojos para meditar un momento,
pero la luz de la mañana no lo permite.
Hace que los abra.
Apreciando semejante belleza
y gozando un nuevo día
comienzo a meditar
sobre mi vida.
Me siento lejos de todo.
A salvo del mal,
apreciando el bien de estar junto a ti.
Me siento elevado, alivianado,
lleno de felicidad y tranquilidad,
lleno de goce y placer.
Jugando con mis pensamientos,
disfruto tus miradas y sonrisas.
Veo tus ojos guiñarse,
y tu boca reírse.
Veo tus cejas moverse,
y tus labios abrirse.
Te veo a ti jugándome a mi.
Divirtiéndome en este momento.
Demostrándome quien sos,
y lo mucho que vales.
Se me cruzan todos los pensamientos
por esta mi mente perdida,
pero a su vez divertida.
Así como tus susurros en mi oído,
o tus caricias en mis pies.
Así como tus besos en mi boca,
o tus labios en mi sien.
Así como tus miradas en mi cara,
o tus huellas en mi espalda.
Así como cada momento,
que vivimos juntos,
disfrutando el uno con el otro,
el eterno amor que nos ha envuelto.
Tomás Thibaud
24 de noviembre de 2000